Un viaje como voluntaria que cambió mi vida para siempre…

¡Y puede cambiar la tuya! 

¡Qué guay verte por aquí! Voy a compartir contigo mi historia y me encantaría saber qué piensas después de leerlo…

Saca tus propias conclusiones…

Mi nombre es Ana Baz, nací en Bilbao y desde hace ya muchos años vivo en un pueblico de Álava llamado Lapuebla de Labarca. Aquí tengo un día a día normal. ¡Como lo puedes tener tú!

Te voy a contar como inicié mi viaje y de donde nació la motivación que me dio fuerza para subirme a este tren con nuestros enanos.

Todo comenzó una tarde de marzo de 2018… 

Siempre había pensado en irme como voluntaria, pero nunca me venía bien, trabajo, pareja, economía, algún que otro contratiempo… ¡Ya sabes! Y fue aquella tarde, estando en mi casa tranquilamente sentada delante del ordenador, cuando se encendió una bombillita en mi cabeza y me dije: 

¿Y si ahora es el momento de hacerlo?

¡¡Pues sí era el momento!! 

¡¡Mi mente ya no paró!!! 

Empecé a buscar por internet y al poco tiempo… ¡¡Lo encontré!! No tuve ninguna duda de que ese era mi destino cuando vi las fotos de los peques del orfanato en Nairobi. Se me movió algo dentro de mi corazón… Esa misma tarde busqué vuelos, vacunas, visado, todo lo necesario para mi viaje.

¡Estaba claro que era mi momento y la vida me lo estaba facilitando todo! Pero… nunca imaginé que esta decisión cambiaría mi vida para siempre.

El  4 de Abril de 2018 viaje a Nairobi sola, con mis dos maletones llenos de cosas para nuestros enanos. Estaba ilusionada de vivir esa nueva experiencia, feliz, motivada, pero también, llena de dudas, incertidumbre y no os voy a engañar, con un poquito de miedo. No sabía qué me iba a encontrar, cómo iba a estar, cómo me iba a desenvolver, etc. ¡Pero allí estaba yo!

Pasé dos semanas llenas de alegrías, dos semanas repletas de crecimiento y aprendizaje, pero también, viví su parte dura y complicada que fue la que me dio fuerza para empezar este camino de solidaridad con nuestros enanos del orfanato

Me encontré con situaciones a las que no estoy acostumbrada, ver pegar a los niños, escasez de agua y alimentos, suciedad en todas las esquinas, abandono, dejadez hacia los niños… A esto se suman otras condiciones que viví yo personalmente, pero prefiero dejarlo a un lado porque considero que 15 días duros no son para nada comparables con los 365 días que estos niños soportaban en el orfanato.

La vuelta… esa sensación agridulce al separarme de los peques

Después de esas dos semanas regresé a casa… Que duro fue… tenía una sensación de tristeza, impotencia, rabia, dolor y sobre todo sentía que tenía que volver… mi intuición me decía que yo podía hacer algo para ayudarles… fue durísima la vuelta.

¡Y me puse manos a la obra!

Sabía que había muchas necesidades pero no podía cubrirlas todas desde la distancia, así que empecé reforzando su alimentación. Esta estaba basada en arroz, ugali, un poco de verdura y un mísero trozo de carne a la semana. 

Estando allí como voluntaria iba a hacer la compra y apuntaba los precios de los alimentos, así encontré la manera de ver que cada euro que yo mandaba llegaba a los platos de los peques.

Al llegar a España les enviaba una lista de la compra, el dinero justo para ella y el coordinador del orfanato me enviaba a diario las fotos de la comida y de los nenes comiendo 

¡Qué sensación ver que su dieta mejoraba!

Los primeros envíos fueron con ayuda de mi familia, mandábamos poquita cantidad de dinero, pero lo suficiente para que los peques comieran una pieza de fruta al día. Poco a poco la ayuda crecía, se iba sumando gente a la que estoy inmensamente agradecida, primero de mi pueblo y después se unían a través de redes sociales donde empecé a compartirlo todo, dando así una transparencia máxima.

Conseguimos que su alimentación fuese más variada, equilibrada y por lo tanto más sana

En noviembre de 2018 volví al orfanato durante tres semanas, no fui sola, vinieron Leti y Laida, la mejor compañía que pude llevar. Pintamos el orfanato entero, compramos todo lo necesario para la cocina y el comedor, ordenamos armarios, preparamos juegos, llevamos regalos y… ¡No sé qué más! Lo dimos todo… y todo desde el corazón. Cierto es que ellos tienen otra manera de hacer las cosas y otra cultura así que el cambio no duró mucho.

De regreso a casa llegué con muchas más ganas de seguir con todo esto, ganas de llegar a las estrellas por los enanos. ¡Y aquí estamos! 

La ilusión y ganas de alimentar las sonrisas de los niños se transformaron en AMOR SIN BARRERAS

Creé Amor sin Barreras, fue un camino arduo por la falta de conocimientos sobre temas de constitución de asociaciones, pero he tenido la gran suerte de cruzarme con gente maravillosa que me iban guiando. A parte de lo positivo… también hubo personas que insistían en que estaba loca, que no sabía lo que hacía, que no sabía dónde me estaba metiendo… Yo, sinceramente les escuchaba todo lo que me decían, pero en mi interior tenía claro lo que iba a hacer. ¡Seguir mi intuición! Sentía que estaba en el camino de hacer algo muy grande.  

¡Era mi sueño y tenía la certeza que lo iba a conseguir! Así que puse en marcha nuestro tren solidario

Desde el inicio de este viaje nuestra filosofía está basada la transparencia, cercanía y dedicación a los niños de las zonas más duras de Kenia, valores que siguen a día de hoy y que guiarán nuestro camino en cada paso que demos.

Y así, aprovecho para dar las gracias a todas las personas que han estado y están junto a nosotros en esto… Son muchísimos corazones gracias a los que Amor Sin Barreras es una realidad; yo sola nunca hubiese llegado a tanto... ¡Gracias! ¡Ah! ¡Y ahora también quiero hacer referencia a las personas que estarán! Me dirijo a ti como uno de ellos, porque sé, que si tú te has cruzado en nuestro camino , algo nos unirá, quizás esa ilusión por un mundo mejor y esas ganas de garantizar un futuro para nuestros peques… y como siempre digo será un camino…

✨Hasta las estrellas✨

Ana Baz Moreno

Fundadora de Amor Sin Barreras

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